Queridos amigos, muy buenas tardes a todos.
Sabe a humedad de otoño este cuasi verano de la tarde vallisoletana adoleciendo de la luz innata y de los soles que incriminan las calles y los parques, incordiándolos de juventud y guiños.
Pero sabe también –seguro- que hoy es viernes, tarde de viernes, acopio necesario de sarmientos, y le cumple el acomodo de guarecerse al amparo de los versos y mojarse con agua de metáforas, al menos la mitad de la sed que le cabe en los bolsillos.
Por eso los grupos poéticos Sarmiento y Juan de Baños, con el patrocinio de la Obra Cultural del Banco Bilbao-Vizcaya Argentaria, tienen el placer de darles la bienvenida una tarde más a este recinto de amistad y versos.
Y se complace, éste que les habla, en presentarles al poeta que hoy nos llenará la tarde con la voz amplia y generosa de quien tiene a la poesía por amiga: José Antonio Valle Alonso con su Poemario: “El Color de la Fiebre”.
José Antonio Valle Alonso nació en Villamor de los Escuderos, provincia de Zamora, y como buen castellano le apremió pronto la vena viajera y se acomodó por trabajo y sin saberlo de antemano –nada menos- que en el París del 68, como testigo privilegiado de aquéllas tendencias que adjetivaron después generaciones enteras y que llegaron a marcar toda una época. Allí se hermanó con la poesía de aquí, y desde allí vivió el aquí con el ojo crítico de discernirlo todo.
Regresó, al cabo de unos años, más serio y más maduro, pero igual de comprometido con la lírica y con la emoción de la palabra.
Aquí se abrió de pleno al mundo poético de la mano de Andrés Quintanilla Buey –amigo y compañero de versos- y desde entonces ha cosechado en su amplia andadura gran número de premios literarios entre los que cabe destacar:
- Premio Nacional de Poesía Mañanas de la Biblioteca de la Casa Cervantes, en los años 1992, 1993, 1995, 1996 y 1998.
- Premio Nacional de Poesía Sarmiento en los años 1997 y 1999.
- Botijo de Oro de las Justas Poéticas de Dueñas (Palencia), en 2002 y Botijo de Plata y Botijo de Barro, en años anteriores.
- Premio Internacional en las Justas Poéticas de Laguna de Duero (Valladolid) en 1999.
- Premio Nacional Raimundo Escribano de la Casa de Castilla La Mancha en Alicante, año 2000.
- Medalla Juan de Baños en 2002.
- Segundo Premio del Certamen Nacional Poético San Antonio de Padua en Puertollano (Ciudad Real) en 2003.
- Premio Nacional de Poesía Jorge Manrique en 2004.
- Premio Nacional de Poesía Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, Ateneo de Valladolid en 2005.
Y tiene publicados hasta el momento 7 libros de poesía:
En su estancia en París publicó “Luz y tinieblas” en 1976 y “Marchito rosal” en 1979.
Y ya en Valladolid: “La Soledad” en 1987, “Hacia la luz desnuda” en 1994, “Primavera íntima” en 1997, “Bajo el puente de Cronos”, en 1999, y “La espiral del sueño” en 2006.
La poesía no es un acto voluntario, no. Nunca es pretensión del hombre, ni es patrimonio de quien adrede la busca, sino de quien a pesar de no buscarla, cualquier día o cualquier soledad, la encuentra. O le encuentra la poesía a él, que es más correcto. Porque la poesía se manifiesta dónde y cuándo quiere, camina por sus propios derroteros y se inmiscuye, sin preguntarnos nunca, en el hemisferio lírico que en cada ser humano sueña o se adormece. Y una vez dentro, si la agrada el lugar, se queda allí a vivir hasta infectarnos con su mordedura corva y sin antídoto.
Signos evidentes de esa mordedura corva y sin antídoto los muestra José Antonio Valle en la yugular poética de su sensibilidad para el trato con la palabra. Infectado desde niño por ese virus latente, no pudo sino manifestársele de adulto en eclosión visceral por toda el alma, hasta declararle enfebrecido de poesía, sin cura ya, sin remedio.
Habla José Antonio Valle con la pausada voz poética que siembra de imágenes sonoras la naturaleza de los sentimientos. Los respiga, los trilla, los aventa y los muele hasta hacerlos pan de lírica, alimento de versos.
Sabe José Antonio convivir con las palabras, quererlas, respetarlas, acomodarlas al verso que en cada diferente estado de ánimo se apropian del poeta y de sus mundos. Y en verso rimado, blanco o libre, aprende a convivir con sus mágicas victorias o las enluta con la piel de sus derrotas.
El color de la fiebre es un poemario dividido en seis partes, en seis estaciones o seis apeaderos, en donde el poeta echa pie a tierra para reflexionar sobre la propia existencia, buscando en cada andén figurado el bagaje de cada momento o de cada circunstancia, la que permanece anclada en el mar de la retina cuando la marea del color nos huye.
Hoy nos viene a dibujar con su poética, ese color literario que le inocula la fiebre imprescindible que le asiste.
Y en sus manos les dejo ya, en sus versos y en su voz, en su amistad y en su nombre, con la certeza de que pondrá todo su corazón para hacernos pasar una hermosa tarde de junio.
Sin más preámbulos, cedo la palabra a José Antonio Valle Alonso y a su poemario “El Color de la Fiebre”, a quienes tenemos el gusto de recibir con un cálido aplauso de bienvenida.
Muchas gracias.
Santiago Redondo Vega
Sabe a humedad de otoño este cuasi verano de la tarde vallisoletana adoleciendo de la luz innata y de los soles que incriminan las calles y los parques, incordiándolos de juventud y guiños.
Pero sabe también –seguro- que hoy es viernes, tarde de viernes, acopio necesario de sarmientos, y le cumple el acomodo de guarecerse al amparo de los versos y mojarse con agua de metáforas, al menos la mitad de la sed que le cabe en los bolsillos.
Por eso los grupos poéticos Sarmiento y Juan de Baños, con el patrocinio de la Obra Cultural del Banco Bilbao-Vizcaya Argentaria, tienen el placer de darles la bienvenida una tarde más a este recinto de amistad y versos.
Y se complace, éste que les habla, en presentarles al poeta que hoy nos llenará la tarde con la voz amplia y generosa de quien tiene a la poesía por amiga: José Antonio Valle Alonso con su Poemario: “El Color de la Fiebre”.
José Antonio Valle Alonso nació en Villamor de los Escuderos, provincia de Zamora, y como buen castellano le apremió pronto la vena viajera y se acomodó por trabajo y sin saberlo de antemano –nada menos- que en el París del 68, como testigo privilegiado de aquéllas tendencias que adjetivaron después generaciones enteras y que llegaron a marcar toda una época. Allí se hermanó con la poesía de aquí, y desde allí vivió el aquí con el ojo crítico de discernirlo todo.
Regresó, al cabo de unos años, más serio y más maduro, pero igual de comprometido con la lírica y con la emoción de la palabra.
Aquí se abrió de pleno al mundo poético de la mano de Andrés Quintanilla Buey –amigo y compañero de versos- y desde entonces ha cosechado en su amplia andadura gran número de premios literarios entre los que cabe destacar:
- Premio Nacional de Poesía Mañanas de la Biblioteca de la Casa Cervantes, en los años 1992, 1993, 1995, 1996 y 1998.
- Premio Nacional de Poesía Sarmiento en los años 1997 y 1999.
- Botijo de Oro de las Justas Poéticas de Dueñas (Palencia), en 2002 y Botijo de Plata y Botijo de Barro, en años anteriores.
- Premio Internacional en las Justas Poéticas de Laguna de Duero (Valladolid) en 1999.
- Premio Nacional Raimundo Escribano de la Casa de Castilla La Mancha en Alicante, año 2000.
- Medalla Juan de Baños en 2002.
- Segundo Premio del Certamen Nacional Poético San Antonio de Padua en Puertollano (Ciudad Real) en 2003.
- Premio Nacional de Poesía Jorge Manrique en 2004.
- Premio Nacional de Poesía Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, Ateneo de Valladolid en 2005.
Y tiene publicados hasta el momento 7 libros de poesía:
En su estancia en París publicó “Luz y tinieblas” en 1976 y “Marchito rosal” en 1979.
Y ya en Valladolid: “La Soledad” en 1987, “Hacia la luz desnuda” en 1994, “Primavera íntima” en 1997, “Bajo el puente de Cronos”, en 1999, y “La espiral del sueño” en 2006.
La poesía no es un acto voluntario, no. Nunca es pretensión del hombre, ni es patrimonio de quien adrede la busca, sino de quien a pesar de no buscarla, cualquier día o cualquier soledad, la encuentra. O le encuentra la poesía a él, que es más correcto. Porque la poesía se manifiesta dónde y cuándo quiere, camina por sus propios derroteros y se inmiscuye, sin preguntarnos nunca, en el hemisferio lírico que en cada ser humano sueña o se adormece. Y una vez dentro, si la agrada el lugar, se queda allí a vivir hasta infectarnos con su mordedura corva y sin antídoto.
Signos evidentes de esa mordedura corva y sin antídoto los muestra José Antonio Valle en la yugular poética de su sensibilidad para el trato con la palabra. Infectado desde niño por ese virus latente, no pudo sino manifestársele de adulto en eclosión visceral por toda el alma, hasta declararle enfebrecido de poesía, sin cura ya, sin remedio.
Habla José Antonio Valle con la pausada voz poética que siembra de imágenes sonoras la naturaleza de los sentimientos. Los respiga, los trilla, los aventa y los muele hasta hacerlos pan de lírica, alimento de versos.
Sabe José Antonio convivir con las palabras, quererlas, respetarlas, acomodarlas al verso que en cada diferente estado de ánimo se apropian del poeta y de sus mundos. Y en verso rimado, blanco o libre, aprende a convivir con sus mágicas victorias o las enluta con la piel de sus derrotas.
El color de la fiebre es un poemario dividido en seis partes, en seis estaciones o seis apeaderos, en donde el poeta echa pie a tierra para reflexionar sobre la propia existencia, buscando en cada andén figurado el bagaje de cada momento o de cada circunstancia, la que permanece anclada en el mar de la retina cuando la marea del color nos huye.
Hoy nos viene a dibujar con su poética, ese color literario que le inocula la fiebre imprescindible que le asiste.
Y en sus manos les dejo ya, en sus versos y en su voz, en su amistad y en su nombre, con la certeza de que pondrá todo su corazón para hacernos pasar una hermosa tarde de junio.
Sin más preámbulos, cedo la palabra a José Antonio Valle Alonso y a su poemario “El Color de la Fiebre”, a quienes tenemos el gusto de recibir con un cálido aplauso de bienvenida.
Muchas gracias.
Santiago Redondo Vega
Fotografía tomada de El Norte de Castilla
Gracias Santiago, - querido amigo y compañero en estas veladas literarias -, por tus palabras de amistad, palabras certeras para conmigo y mi poética. Llenando de bellas imágenes el preludio de "El color de la fiebre". Gracias otra vez y siempre, querido amigo.
El libro que presento hoy, "El color de la fiebre", es un poemario de reflexión sobre la propia existencia, al paso de cada día, llegando hasta el principio de la memoria, haciendo el bagaje especial de los sentimientos de cada momento, de cada circunstancia.
Estos momentos que arraigan más en los adentros del alma, y terminan floreciendo en la retina del amor genérico, al abrigo de la palabra hecha poesía.
Digo, circunstancia que a veces remueve todas las entrañas, y te encuentras en cualquier parte del camino ya andado, y te traes al presente con los ojos de ayer viendo pasar la vida. Fiebre del color del estado de ánimo. Iris del amor en toda su extensión.
Gracias José Antonio por la referencia y el agradecimiento que me haces aquí por la presentación de tu persona y la introducción que hice de tu poética en los Viernes del Sarmiento. He llegado un poco tarde por motivos de trabajo, pero un poco más arriba te dejo constancia de la presentación completa que tuve el gusto y el honor de poder hacerte, desde la amistad que nos une.
ResponderEliminarUn abrazo y nuevamente gracias.
Bueno, pues ya tenemos blog, que habrá que ir ojeando y completando de vez en cuando... Ha quedado muy bien. Un beso
ResponderEliminarParabéns José Antonio; gostei muito de encontrar o teu Blog e de ver a tua imensa actividade poetica.
ResponderEliminarUm abraço enorme da
M.M.
Querida María, me da mucho placer que hayas pasado por aquí,estamos en contacto, muchas gracias.
ResponderEliminarBesos. José Antonio.